LOS ARTISTAS Y LAS PROSTITUTAS (parte III)


LOS ARTISTAS Y LAS PROSTITUTAS (Parte III)


LOS ARTISTAS Y LAS PROSTITUTAS *
(PARTE 3)

 

Decía en las dos partes anteriores que la figura de la prostituta (o de la cortesana) ha fascinado a muchos artistas. Terminaré con algunos ejemplos, entre tanto material escrito sobre ellas:


ELFRIEDE JELINEK (escritora austriaca, nacida en 1946, Premio Nobel de literatura): visita a un peep-show.

 

“LA PIANISTA” (1983)

“Todo está acomodado perfectamente en este pequeño local donde las mujeres se estiran y retozan. Ellas se alternan. Rotan de acuerdo con el principio del tedio en la serie del peep-show, para que el cliente fiel y los visitantes regulares puedan ver una buena variedad de carne a intervalos previamente establecidos. De lo contrario, no vuelven. Mal que bien, ellos vienen con su precioso dinero y lo introducen moneda a moneda por la insaciable ranura. Porque cada vez que el asunto se pone atractivo deben introducir otra moneda. Una mano introduce la moneda, la otra bombea la virilidad sin beneficio alguno.

La cerda caliente detrás de la ventanilla, o sea, del otro lado de la barrera, querría a su vez que el buey del otro lado del cristal se arrancara el pito de tanto masturbarse. De esta forma cada uno saca beneficio del otro y el ambiente es muy relajado. Ningún servicio sin su contrapartida. Ellos pagan y reciben algo a cambio.
Una de pelo negro se ofrece al público en una posición espectacular que permite mirar a su interior. Gira sobre una especie de torno de alfarero. Pero ¿quién gira el torno? Primero junta los muslos, no se ve nada, pero la saliva del deseo fluye a la boca. Entonces abre lentamente las piernas y pasa frente a cada una de las ventanillas.

A su alrededor la masa se soba y amasa y, a su vez, es cuidadosamente mezclada sin pausa por un gran pastelero invisible. Diez pequeñas bombas trabajan a toda marcha. Algunos ya comienzan a ordeñarse en secreto para que el disparo final llegue antes y les cueste menos. Los nabos se liberan de su valiosa carga en medio de contracciones y sacudidas. No tardan en volver a cargarse y nuevamente hay que aquietar su ansiedad. Se debe contar con cuarenta o cincuenta monedas si se tienen problemas de carga y descarga. Sobre todo si, por mirar, se descuida el trabajo en el propio rodillo. De ahí que constantemente aparezcan nuevas mujeres y ofrezcan distracción.

Los imbéciles se dedican a mirar y no hacen nada. El objeto de su placer visual se pasa la mano entre los muslos y, haciendo una pequeña O con la boca, da muestras de estar disfrutando. Excitada de que haya tantos mirando, cierra los ojos y los abre hacia arriba con la cabeza girada. Estira los brazos y se soba los pezones para que se yergan. Se sienta en posición cómoda y abre generosamente las piernas; ahora se puede mirar desde abajo al interior de la mujer. Juguetea con el vello púbico. Ella muestra con el rostro lo delicioso que es estar a solas contigo. Pero lamentablemente la gran demanda no lo permite. De este modo les toca a todos, no sólo a uno.
A derecha e izquierda gimen y lloriquean de placer. Un escupitajo de semen da contra el tabique de madera. Las paredes se pueden limpiar fácilmente porque su superficie es lisa.
Sólo les queda una mano libre, con frecuencia ni eso. Tienen que introducir las monedas.

Una damita-dragón teñida de rojo ofrece su trasero ligeramente entrado en carnes. Masajistas de mala muerte se revientan los dedos desde hace años en su celulitis. Pero ella ofrece más a los hombres a cambio de su dinero. Las cabinas de la derecha ya han visto a la mujer de frente, ahora les toca a las cabinas de la izquierda disfrutar de esa perspectiva. Algunos prefieren examinar a la mujer por delante, otros por detrás; la pelirroja mueve una musculatura que por lo general utiliza cuando camina o cuando está sentada. En este instante se sirve de ella para ganar dinero. Se soba con la mano derecha, en la que lleva garras de un rojo furioso. Juguetea rascándose la teta izquierda. Se tira suavemente del pezón con las agudas uñas artificiales como si fuera un elástico que puede separar del cuerpo, y acto seguido lo suelta. El pezón se comporta como un cuerpo extraño a ella. Por experiencia, la pelirroja sabe que en ese momento el candidato ha alcanzado nueve puntos. El que no puede ahora, no podrá jamás”.

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ARTHUR RIMBAUD, buscando a Hortensia

 

“H”, Iluminaciones (1886)

 


“Todas las monstruosidades violan los gestos atroces de Hortensia. Su soledad es la mecánica erótica, su lasitud, la dinámica amorosa. Bajo la mirada vigilante de una infancia ha sido, en épocas numerosas, la ardiente higiene de las razas. Su puerta está abierta a la miseria. Allí, la moralidad de los seres actuales se diluye en su pasión o en su acción - ¡Oh terrible escalofrío de los amores novicios sobre el suelo ensangrentado y la hidrógena claridad! Encuentren a Hortensia”. 

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VINCENT VAN GOGH: “Sorrow”


En 1882 encuentra una prostituta de 32 años, alcohólica, que el pintor llama Sien y a la que retrata en el dibujo. El deterioro social y emocional de la joven deja entrever un trastorno afectivo más profundo. La historia de Sien nos enseña que ella puso fin a sus días y permite confirmar el diagnóstico de depresión severa.



Van Gogh, “Sorrow; Sien” (1882)

“Encontré este invierno una mujer encinta, abandonada por el hombre del cual ella llevaba un niño en su cuerpo…yo no pude pagarle el pleno salario de una modelo, pero eso no me impidió que yo le haya pagado sus horas de pose; y que yo pude salvarla, a ella y a su niño, del hambre y del frío, compartiendo mi pan con ella. ¿Cómo puede ser que haya sobre la Tierra una mujer sola y abandonada?”.

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Los españoles tampoco estuvieron al margen de esta fascinación, como vemos en estos ejemplos del Siglo de Oro y en el siglo XX:

FRANCISCO DE QUEVEDO



“Desengaños de las mujeres” (circa 1620).

“Puto es el hombre que de putas fía,
y puto el que sus gustos apetece,
puto es el estipendio que se ofrece
en pago de su puta compañía.
Puto es el gusto y puta la alegría
que el rato puteril nos encarece;
y yo diré que es puto a quien parece
que no sois puta vos, señora mía.
Más llámenme a mí puto enamorado,
si al cabo para puta no os dejare;
y como puto muera yo quemado,
si de otras tales putas me pagare;
porque las putas graves son costosas,
y las putillas viles, afrentosas”.

LEÓN FELIPE

“He dormido en el estiércol de las cuadras,
en los bancos municipales,
he recostado mi cabeza en la soga de los mendigos
y me ha dado limosna -Dios se lo pague-
una prostituta callejera...”.

CAMILO JOSÉ CELA, de “Izas, rabizas y colipoterras. Drama con acompañamiento de cachondeo y dolor de corazón” (1984).

“La Borde es pobre como las ratas, fría y solitaria…Paquita La Borde, vamos, la zorra flaca, se bebió una botella entera de lejía, hace ya algún tiempo, se conoce que harta de pasarlo mal. En la casa de socorro la devolvieron a la desesperanza”.

“¡Ay, Juana la loca, hija de Juan y Juana, quién te ha visto, quién te ve y quién te verá! ¿Qué se hicieron tus carnes rebosadas, tu andar marchoso, tus ojos hondos, tu pelambre suelta, tus ajorcas, tu falda a cuadros, tu voluntad?”.

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PIER PAOLO PASOLINI: “MAMMA ROMA” (1962)

 

En su segundo film, Pasolini, retrata de manera cruda, la vida de una prostituta –magistralmente interpretada por Ana Magnani- que se muda del campo a Roma, junto a su hijo, tras un sueño pequeño-burgués de ascenso social, dejar de ser “una mujer de la calle” y que su hijo adolescente, con el que se juega una relación de seducción edípica (recuerdos del mismo Pasolini, apegado a su madre), logre un trabajo a través de contactos, del cura, del ricachón dueño de restaurantes en el Trastevere romano.

 


Mamma Roma: -yo no he luchado para que mi hijo sea obrero o campesino.
Ettore (el hijo): -para qué ir a la escuela, de nada me sirve.

El joven se pierde en la marginalidad romana y terminará sus días preso, enfermo y atado en una sórdida camilla, cuya imagen del final se inspira en el Cristo Muerto de Andrea Mantegna (1474).

Mamma Roma:-pobre criatura, viniste solo al mundo, anduviste solo y ahora… ¿De quién es la culpa, de quién la responsabilidad?


Ana Magnani

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No podemos cerrar este pequeño muestrario sin los inolvidables versos de SOR JUANA INÉS DE LA CRUZ (1651-1695):

“Hombres necios que acusáis a la mujer sin razón, sin ver que sois la causa de lo mismo que culpáis... O cuál es más de culpar, aunque cualquiera mal haga: la que peca por la paga o el que paga por pecar...”.


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* SELECCIÓN DE TEXTOS: DR. ADRIÁN SAPETTI



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