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parafilias (Parte VI)

Parafilias (Parte VI)
Por Andrés Flores Colombino*
Cuadernos de Sexología nº 7, 1988
II. PARAFILIAS POR  ALTERACIONES EN EL ACTO SEXUAL (Cont.)
5. FETICHISMO TRANSVESTISTA

El transvestismo siempre fue una parafilia específica, y el DSM III (3) lo caracterizaba con 4 condiciones de la persona portadora de esta parafilia: “1º) Varón heterosexual que se viste repetida y persistentemente con ropas de mujer. 2º) Utilización de ropas del sexo opuesto con el propósito de obtener excitación sexual por lo menos al iniciarse el trastorno. 3ª) Frustración intensa cuando la conducta es interferida y 4º) El trastorno no tiene los criterios de transexualismo”.

En el más preciso DSM IV (4) el transvestismo es redenominado "fetichismo transvestista", y los criterios diagnósticos son: “A. Durante un periodo de al menos 6 meses, fantasías sexuales recurrentes y altamente excitante, impulsos sexuales o comportamientos que implica el acto de transvestirse, en un varón heterosexual. B. Estas conductas provocan malestar clínicamente significativo o deterioro social, laboral o de otras áreas importantes de la vida del individuo”.

En principio, la diferencia del fetichismo con ropa de mujer es que, como vimos, en ese caso el placer está en la ropa en sí misma. En cambio en el fetichismo transvestista, el placer sexual se obtiene usando la ropa de mujer. Hay varios tipos de fetichismo transvestista: primario, secundario, parcial, total, asociado a masoquismo sexual, solitario, ocasional, integrado a subcultura transvestista, con disforia de género.

En las historias clínicas de los fetichistas transvestistas se hallan antecedentes de castigos de niños con uso de ropas femeninas, y los síntomas se manifiestan tempranamente en la infancia y a comienzos de la adolescencia. La evolución depende del primer acto: si fue sólo parcial, o utilizó una prenda, como bombacha, soutien o lencería íntima bajo la ropa masculina, o sólo tacos altos o medias femeninas, que pueden pasar desapercibidas, o bien un transvestismo total o completo, que incluye ropa exterior y  maquillaje. En caso de ser parcial, suele evolucionar hacia la forma total. Puede comenzar por la masturbación con una ropa o “artículo favorito” que usa, y luego la debe tener puesta durante el coito. Puede ser ocasional, sin grandes perturbaciones de su vida sexual.

Si es solitario, el paciente se transviste total o parcialmente frente al espejo, logrando grados de excitación muy elevados, con múltiples orgasmos como lo señalaba Money (38), hasta de 10 veces al día, récord nunca alcanzado si no estuviera transvestido. Este hecho le suele causar disfunciones sexuales o simplemente un tipo de vida erótica incomparable en cuanto a intensidad, si tiene mujer. Por eso son solitarios, no tienen pareja y si la tienen, ellas consienten sin cuestionarlos que se transvistan para realizar el coito, pues se benefician de sus altos rendimientos sexuales.

Los que sufren de un transvestismo completo, adoptan gestos, adquieren habilidad y buen gusto para vestirse y maquillarse y deben rasurarse las zonas expuestas. Suelen poseer un variado y completo guardarropa, el cual es independiente del nivel económico de los pacientes, quienes suelen invertir con grandes sacrificios el dinero necesario para satisfacer su parafilia. Como sólo se registra en varones y heterosexuales, cuando se integran a la subcultura transvestista, suelen atraer a otros hombres por su belleza, y se pueden producir algunas actividades homosexuales ocasionales. También puede aparecer una disforia de género, es decir, incomodidad con su sexo masculino. Cuando se hace constante, pueden surgir deseos de vivir permanentemente vestidos de mujer y a veces intentan tratamientos hormonales (4) y hasta cambio quirúrgico de sexo, lo que no está indicado.

Unos guardan celosamente su problema, sin compartirlo con amigos o padres. Otras veces consultan por sus depresiones o angustias, o por disfunciones sexuales; es raro que lo hagan por su transvestismo en sí, como en todas las parafilias. También es raro que tengan problemas con la ley, ya que la compulsión a robar ropas, propia de los fetichistas no es característica de los transvestistas. Con el paso de los años, la excitación sexual que provoca el uso de ropas de mujer se va atenuando y “puede llegar a desaparecer, o puede llegar a ser ocasionalmente una antídoto contra la ansiedad o la depresión o contribuye a una sensación de paz y tranquilidad”(4).

En el teatro clásico siempre ha sido considerada una virtud poder representar el papel del otro sexo, el actor vestido con ropas adecuadas y simulando la voz y los movimientos. En el teatro griego e isabelino y en buena parte de las obras operísticas del siglo pasado, todos los personajes femeninos eran representados por varones. Pero sabemos que las personas se transvisten en cuatro circunstancias. 1º) Los transexuales, cuando deciden hacerlo desde su trastorno de identidad sexual. 2º) Los transvestistas parafílicos, como lo vemos aquí. 3º) Los homosexuales varones y mujeres, porque les facilita el ejercicio de la prostitución homosexual. Y 4º) Los transformistas, en la actividad cinematográfica y teatral profesional. Los llamados travestis callejeros suelen no ser portadores de esta parafilia.

La moda de vestirse de varón por parte de mujeres liberadas de fines del siglo XIX y comienzos del XX, correspondió a una protesta femenina para obtener las ventajas sociales que otorgaba la condición de varón o para librarse de la tensión y molestias del hecho de ser mujer. En estos casos, dice Fenichel (18), tampoco se debe hablar de transvestismo.

6. FROTTEURISMO

Es una parafilia específica según en DSM IV, cuando en el DSM III era sólo atípica. Este ascenso en su nivel de importancia se debe a un incremento de los casos comunicados. Tiene como sinónimos el “frotismo”(7), “frotage” y el pomicionismo, y se caracteriza por la frotación del cuerpo de otra persona que no consiente.

 El DSM IV (4) establece dos criterios para su diagnóstico: “A. Durante un periodo de al menos 6 meses, fantasías sexuales recurrentes y altamente excitantes e impulsos sexuales o comportamientos ligados al hecho de tocar y rozar a una persona en contra de su voluntad. B. Estas conductas provocan malestar clínicamente significativo o deterioro social, laboral o de otras áreas importantes de la actividad del individuo”.

Los frotteuristas aprovechan las aglomeraciones para practicar sus actos, como en las aceras estrechas, desfiles, manifestaciones, cines, pero sobre todo los ómnibus o trenes subterráneos, pues se ponen de pie para facilitar el contacto. Aprietan sus genitales contra las nalgas o muslos de la víctima, o les tocan los genitales, las nalgas o las mamas, mientras imaginan estar viviendo una verdadera relación sexual. Pero como saben que si son denunciados o agredidos deben escapar inmediatamente, prefieren los lugares abiertos o el momento en que pueden bajar rápidamente de los vehículos. La mayoría de las mujeres victimizadas reaccionan con enfado o enojo, gritan o propinan  un castigo al agresor sexual, provocando su huída precipitada. No obstante, los frotteuristas relatan que un porcentaje no pequeño de mujeres acepta de buen  grado sus caricias, y ello depende del buen aspecto del parafílico, por lo que puede terminar en una conversación para encontrarse más tarde, oportunidad que raramente se utiliza, pues el placer más intenso radica en el frotamiento no consentido.

 La consulta psiquiátrica o sexológica se produce cuando son enviados por el juez, luego de una  denuncia comprobada por atentado violento al pudor, que es el delito sexual en que incurren con esta práctica, o por disfunciones sexuales, o baja frecuencia sexual, pues prefieren masturbarse con fantasías de frotteur o practicar sus hábitos parafílicos. También se deprimen y se incrementa la práctica en estos periodos o cuando sufren de estrés.

Hay frotteuristas de varios tipos: exclusivos, cuando sólo se excitan con esta práctica, no exclusivos, cuando pueden tener pareja y también mantienen relaciones sexuales; parciales, cuando se conforman con un rozamiento mínimo, o completos, cuando llegan al orgasmo durante el rozamiento; selectivos, cuando acechan a mujeres acompañadas o que posean ciertas características, sobre todo en el cine, o no selectivos, cuando agreden a mujeres solas. El tocamiento “robado” puede ser compulsivo, disimulado, discreto o brusco. Los que abusan en el vehículo público que deben utilizar para ir al trabajo, cuando se ponen en evidencia o son descubiertos suelen cambiar de horario, lo cual perturba realmente sus vidas. El tocamiento puede producirse contra compañeras de trabajo y algunas demandas por acoso sexual se deben a esta parafilia, pero no es lo común.

Se manifiesta con mayor frecuencia en varones entre los 15 y los 25 años de edad, y luego la frecuencia declina gradualmente. Nuevamente la experiencia de haber sido tocados o de haber tocado a adultos en el curso de la infancia en circunstancias traumáticas, puede ser una de las causas del problema.

No se debe confundir el frotteurismo con el placer natural del contacto que se produce entre los cuerpos en determinados lugares de apiñamiento, como un festival de música, o durante el baile con la pareja que consiente, ni en contactos circunstanciales e involuntarios, en que hay roces de rodillas, muslos, brazos, nalgas o codos, en cualquier lugar en que la distancia íntima es invadida sin protesta. Hay culturas de contacto como la de las latinas, árabes y judías, y culturas de no contacto, como las anglosajonas, que admiten con mayor o menor reticencia el contacto breve entre personas que comparten asientos adyacentes o en los pasillos del transporte público.

El placer de tocar o rozar corporalmente a otra persona es universal y no se trata de ningún trastorno. Es una experiencia sensorial de las más gratificantes, así como de las más primitivas. Experimentamos sensaciones táctiles desde el útero materno y toda la piel es un gigantesco órgano sensorial que nos pone en contacto con el mundo exterior y los demás. La superficie de la piel por su textura propia, sus vellos y pelos, temperatura y humedad, es sumamente agradable de tocar acariciando por el roce, el masaje más profundo. Tocar zonas sensibles para el otro, puede llegar a ser un impulso natural, pues el clítoris es un “captadedos” para el varón o su pareja y el pene expuesto convoca a la mujer a tomarlo entre  sus dedos.

El placer de frotteurista es producido en forma preferida o exclusiva por tocar a alguien que no consiente y no por la actividad genital. El secreto está en la transgresión.

7. ESCATOLOGIA TELEFÓNICA

Es una parafilia no especificada, caracterizada por el uso preferente de las llamadas telefónicas obscenas como forma de obtener excitación sexual. El portador, varón o mujer, utiliza una serie de recursos vinculados con la erotización del sentido del oído y de la fonación, por la que todo el lenguaje verbal está comprometido. Así, el contenido de los mensajes puede revelar procacidad oral, ser coprolálicas en el sentido de utilización de malas palabras, frases sexualmente excitantes o la emisión vocal de sonidos como gemidos, rugidos rítmicos y gritos imitando el orgasmo.

Hay llamadas escatológicas de varios tipos: 1) A personas que no consienten, a las que se importuna con suspiros o propuestas indecorosas o comentarios sobre lo que le harían, dando detalles que pretenden excitar a la persona. Si el rechazo o la indignación no se manifiesta de inmediato, pues la víctima es sorprendida, el parafílico tiene tiempo para exponer su repertorio, generalmente estudiado detalladamente. El rápido corte de la conversación le provoca frustración y vuelve a llamar insistentemente. 2) A personas que consienten, el trastorno suele involucrar a ambos, varón y mujer, y se excitan hasta el orgasmo de ambos. Lo llamativo de estos casos, es que no mantienen relaciones sexuales reales, sino que -a través del teléfono- se describen recíprocamente lo que están haciendo o fantasean, se desnudan, se masturban, utilizan el teléfono como un equivalente del otro, colocando el tubo sobre los genitales, etcétera. Para encontrar una pareja que consienta, los parafílicos ponen avisos o contestan a los llamados de revistas y periódicos, aunque circunstancialmente puede descubrirse esta preferencia entre amantes. Algunas parejas utilizan la escatología telefónica como una forma de mantener la fidelidad a sus esposos respectivos, y la frecuencia de estos encuentros telefónicos puede ser de variable intensidad. Raramente, consultan por bajos rendimientos sexuales, no siempre disfuncionales en sus relaciones coitales.

Hay empresas que reciben diversos nombres, como “líneas calientes” o “hot line”, que prestan servicios a clientes que pagan por minuto, a cargo de mujeres que satisfacen verbalmente las fantasías de los usuarios, y las mismas suelen utilizar recursos sádicos, masoquistas, o bien descripciones detalladas de su busto, genitales y otras partes de cuerpo, de acuerdo a las presuntas preferencias del otro, utilizando un lenguaje procaz o presuntamente ingenuo fingiendo ser vírgenes próximas a ser violadas. En estos casos, el varón se excita telefónicamente por lo que escucha, hay una erotización del oído, tan solo, aunque puede haber erotización del lenguaje al mismo tiempo.

Una técnica eficaz para desalentar a los parafílicos escatotelefónicos es utilizar un silbato y soplarlo con fuerza cuando empiezan a hablar, en vez de cortar solamente, pues vuelven a llamar, o de enojarse e insultarlos, pues no les molesta, o de resignarse a escucharlos, porque es lo que buscan.

La incorporación del ciberespacio, amplió la oferta de material pornográfico interactivo y de todo tipo, y la computadora sustituyó al viejo teléfono como instrumento de comunicación sexual que solo aprovecha el habla y la escucha, mientras la imagen incorpora la mirada y hace más fácil la pornofilia.

8. CLISMAFILIA

Parafilia no especificada que se encuentra entre las que erotizan patológicamente las funciones digestivas, en este caso la parte terminal del intestino por llenado con líquido o enema. Proviene del griego “klister” enema y “philía” amor. Trimmer (52) la denomina “juego acuático”, como se anuncia en algunas casas de masajes.

Tienen como origen el exceso en que caen los padres en la utilización de enemas y supositorios en la infancia de sus hijos en casos de enfermedad. La utilización de estímulos anorrectales con enemas puede ser sustitutiva de la actividad sexual coital, como regresión defensiva contra deseos genitales. Rodrigues (47) señala que la clismafilia es una forma de coprofilia, pues se erotiza la parte final del intestino y se obtiene placer con enemas y supositorios. Un caso presentado por él describe la experiencia de una mujer que es preparada por las enfermeras para un estudio radiográfico, para lo cual debían practicarle un enema, acto en que la misma experimenta un gran placer durante la introducción del líquido, a tal extremo que debió retirarse al baño con la excusa de que era insoportable la necesidad de evacuar, cuando lo insoportable era contener el orgasmo, que se produjo intensamente apenas se sentó en el inodoro. Dice Fenichel (19) que la clismafilia significa el deseo de alcanzar el placer sexual sin tener que recordar la diferencia de los sexos, como parte del erotismo anal.

9. UROFILIA

Es una parafilia no especificada caracterizada porque el individuo necesita obligatoriamente para el orgasmo, sentir el olor o el sabor de la orina, ver orinar a alguien o sentir el ruido que hace (20). París (40) la define como la excitación sexual causada por la orina y su emisión. Trimmer (52) dice que es la atracción por la orina y los procesos urinarios del compañero sexual.

Del griego “uron” (orina) “philía” (amor), también denominada urolagnia y ondinismo, pues Palem (39) dice que Havelock Ellis –quien era urolágnico-afirmaba que “el trastorno provenía del interés general por todo lo que sea agua en la naturaleza”. Se manifiesta en diversos grados: 1) Masturbarse mientras huele un pañuelo empapado en orina; 2) Escuchar el chorro de orina; 2) Ver orinar a otros; 3) Pedir al otro que orine sobre el urofílico; a esta práctica se la denomina “lluvia dorada”; 4) Beber la orina de otro.

Es natural que al tratarse un acto íntimo y privado, provoque cierta excitación al observar cuando otro orina. Pero no lo es cuando provoca una excitación sexual intensa y excluyente. El urofílico suele concurrir con frecuencia a los baños y puede ser confundido con un homosexual que desea ver el pene del otro, pero solo desea ver orinar, oler la orina o escuchar cuando cae el chorro. El olor a la orina es significativo filogenéticamente, ya que los animales marcan su territorio con ella, para ahuyentar a los rivales y atraer a las parejas. Trimmer (52) recuerda que es común que los niños jueguen campeonatos a ver quién orina más lejos y más arriba, mientras miran orinar a los demás y escuchan el ruido del chorro al caer. Lo mismo pasa con la curiosidad sexual infantil de los niños que desean ver a sus padres cuando entran al baño a orinar o a defecar. En cambio las mujeres raramente orinan colectivamente con las niñas. Pero todo ello no se transforma en una actividad impulsiva como en esta parafilia.

El placer de orinar como fuente exclusiva del placer sexual no suele ser frecuente ni descrito como parafílico. El erotismo uretral descrito por Karl Abraham, puede hacer que el acto de orinar sea muy placentero y provoque estremecimientos del varón, así como que favorezca la enuresis del niño o la eyaculación precoz del adulto, pero no es sustituto del orgasmo ni del coito. La introducción de objetos como alambres, catéteres y lápices como fuente de placer sexual, también se describe como una forma de urofilia.

* Dr. Andrés Flores Colombino

  Médico Psiquiatra, Geriatra Gerontólogo y Sexólogo Clínico

  Miembro del Advisory Committee de la World Association for Sexology (WAS)

 Presidente de la Federación Latinoamericana de Sociedades de Sexología y Educación Sexual  (FLASSES),  Fiscal de la Sociedad Uruguaya de Sexología.

Nota del  Dr.  Adrián Sapetti: este artículo, debido a su extensión, ha sido dividido en partes, y se completará en la próxima entrega.. 

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