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un médico en China

Tribulaciones de un médico en China

Publicada (abreviada) en Diario La Nación el 26/11/99. Esta nota contó con el asesoramiento de la Lic. Martha Satne.

Debido a que debí participar en el Congreso Mundial de Sexología –donde me otorgaron el premio al mejor trabajo clínico por una investigación con 64 pacientes con disfunción eréctil tratados con Sildenafil (Viagra)-, en Hong Kong, es que tuve la oportunidad de conocer la China, si es que se puede decir esto habiendo conocido algunos pocos lugares.Hong Kong y Beijing son como dos caras de la misma moneda: ¿la China que fue y la que será? ¿Un sólo país dos sistemas, como suelen decir los chinos? Llegué a la isla con algunos preconceptos: que era una ciudad violenta y peligrosa (la mafia china, los films de Bruce Lee y el inolvidable Buster Keaton, en “The cameraman”, hicieron lo suyo), con focos de intensa pobreza coexistiendo con otros de enorme riqueza. Pero encontré una isla con playas y sierras tropicales, a la cual se me ocurrió ver como una mezcla de Río de Janeiro, New York (con una bahía mucho más bella que Manhattan) y Ciudad del Este, pero más limpia, ordenada y segura y...llena de chinos. De pobreza vi poco. Con medios de transportes envidiables: trenes bala, subtes por abajo del mar donde nadie te vende nada ni te dan estampitas, modernos buses, veloces ferrys, pintorescos tranvías.
Entre tantas cosas sorprendentes que conocí en HK para mí una de las experiencias más conmocionantes fue caminar por el mercado popular, que está a dos cuadras del distrito financiero que deslumbra con edificios monumentales, como el Koala Building o el Bank of China, construido por el mismo arquitecto que diseñó la pirámide del Louvre.
Caminar por allí es como salir del siglo XXI y pasar al siglo XVI, donde se mezcla la venta de ropa con casas de té, comederos populares con chinos haciendo los rituales budistas en la calle, entre rezos e inciensos, casas de medicina popular china con vendedores de culebras. Dicen que cuando un chino se confronta con algo que no vio antes o no puede entenderlo el primer impulso que tiene es comérselo (cosa que juro no ocurrió con ninguno de nosotros). Esta afirmación, o cuento chino, avala esa otra que dice que “todo lo que tiene cuatro patas –menos la mesa- lo que nada y lo que vuela va a parar a la cazuela”. No he visto en ninguna parte la variedad y exquisitez  de las diversas comidas chinas, pero tampoco he pensado que se comieran las cosas que se ven en el mercado: amén de todas las tradicionales que se nos ocurran, vemos desde patas de oso, enormes palanganas llenas de sapos que nos miran horrorizados como pidiendo que no los elijamos, culebras y anguilas vivas prestas a ser despellejadas, gorriones, lagartos, gordos gusanos de seda que se mueven ante nuestros ojos, aletas de tiburón, nidos de gorriones (a los que los chinos atribuyen otorgar longevidad debido a la saliva que utilizan para ligar las ramitas), todo tipo de pescados vivos y desecados, cangrejos, gusanos de mar, algas, hongos, langostinos que saltan de los callejeros piletones, almejas que te salivan al pasar, pequeños ratoncillos recién nacidos (buenos para las úlceras), patos, patitos y palomas. Animales desecados, huevos de pato, caracoles, patas de gallina, orejas de cerdo y las verduras que se les ocurran, se mezclan con los olores y colores más inusuales, en un clima tropical. Si me preguntan por los perros y gatos, que no abundan en las calles, sólo puedo decir que las leyes en Hong Kong prohiben la venta para comérselos, cosa que no ocurre, enfrente, en Cantón. Uno de los manjares más exquisitos, además del pato laqueado o pekinés (una especie de taco mexicano pero de pato) es el cerebro de mono (comido directamente de la calota craneana del simio recién sacrificado), plato caro y preciado si los hay. La primera impresión fue de asombro: ¡pero qué están viendo mis ojos!, mezclado con un cierto rechazo. Pero luego pasé a una etapa de admiración: ¿por qué no?, ellos supieron conocer, y duramente, las grandes hambrunas y nada, pero nada se desprecia y se deja de comer. Y hoy en las dos Chinas se ha conseguido que, por lo menos, el arroz lo tengan todos los millones de habitantes. Luego que a la cacerola le echen las cosas más inimaginables para nuestra mentalidad  occidental es cosa de chinos y sólo a ellos les atañe. Recuerdo una noche en Beijing, luego de ser agasajados en un exquisito restaurante con diversas, coloridas y sabrosas variedades de comidas (entre otras el famoso pato a la laca) un mozo se me acercó diciendo: “profesor, ¿gustaría un tónico vigorizante?”. Asentí halagado. Mas luego vi que se disponían a sacar dicha bebida espirituosa y afrodisíaca, de un ánfora de vidrio, donde yacían sumergidos en alcohol un lagarto despanzurrado, una rana, algunos gusanillos, una gran raíz blanca de ginseng, porotos y yuyos varios. Ante lo cual sólo atiné a decir que era miembro de la liga antialcohólica.
Por supuesto, nadie se verá compelido a comer lo que no le guste mas sí puedo decir que en algunos restaurantes de H K o de Kow Loon (los llamados “Nuevos Territorios” de la China continental), hemos sido atendidos como nunca antes, rodeados de un refinamiento y presentación de la comida -acompañada por humeantes teteras de exquisito té de jazmín- como no se ve muy seguido por nuestra tierra.
Algunos tratamientos de la medicina tradicional china también tienen que ver con la incorporación oral de todo lo animal, vegetal o mineral: así se anuncian como curativos enormes hongos, bilis de oso, genitales de animales domésticos en primorosas cajitas (allí me dijeron: “es como el Viagra, doctor!”), hipocampos desecados, cuernos y colas, lagartos y serpientes secos; tradición milenaria a la cual, inteligentemente, le suman los avances de la medicina occidental con las hierbas, la acupuntura, el masaje shiatsu y la moxabustión.
Les recuerdo que Hong Kong es una ciudad segura y con excelentes medios de transporte por lo cual uno puede delinearse sus propios derroteros y vivir la emocionante experiencia de visitar los templos budistas; entre ellos hay uno que está en Shatin y que se llega muy rápido en tren: El Templo de los 10.000 Budas es un lugar mágico, con los monjes entonando sus cantos, en una sierra florida, entre esculturas que representan deidades y una espiritualidad sobrecogedora. Justo al lado de este templo hay un cementerio muy impactante, muy distinto a los nuestros, donde la gente va a agasajar a sus deudos comiendo al lado de los nichos y donde les dejan –como ofrenda- comidas y bebidas.
Precisamente algo que fue una vivencia inolvidable fue visitar la isla de Lantau, donde en el templo de Po Lin se encuentra el Buda exterior más grande el mundo, forjado en bronce y luciendo en su pecho una impactante cruz svástica (de la cual sabemos los nazis tuvieron la triste idea de tomarla como símbolo siniestro, en cambio para el budismo representa la rueda incesante de la vida) sentado en actitud de rezo, sobre una enorme flor de loto. La isla de Lantau es un rincón tropical, con montañas y bellas playas (otra vez recordando al Brasil) con el hermoso remate de ese lugar de ensueño con el Buda que vemos y que nos ve desde la cima de una colina, al final de una larga y empinada escalera bordeada de flores. Este es uno de los lugares del mundo que recuerdo con mayor emoción.
NOTA DOS

De Colegiales a La Muralla China

(Esta nota contó con el asesoramiento de la Licenciada Martha Satne)
Luego de haber participado en el Congreso Mundial de Sexología en Hong Kong nos fuimos a conocer Beijing, la ciudad imperial, milenaria, centro de episodios que sacudieron el mundo.
Hay paseos obligados, ineludibles, que cualquier agencia de turismo los sabrá llevar: la maravillosa Ciudad Prohibida (¿se acuerdan de “El último emperador”, de Bertolucci?), el Palacio de Verano, donde residía la emperatriz Xichi que, cual reina victoriana, gobernó más de 40 años; la Plaza Tiannamen. Otra visita imperdible, en las afueras de Beijing, es La Muralla China.
Decir que conocí la Muralla es una utopía ya que no se pueden recorrer los casi 6.000 km (como de Usuhaia a Pernambuco). Fue construida sobre los picos de las montañas, lo que les da un marco deslumbrante, que recuerda a Machu Pichu.
Como bien nos avisó nuestra colega Martha Satne, hay 3  posibilidades: -Bataling es la más conocida, está llena de gente, la mayoría de las excursiones van allí.
-Mutianyu: suele haber mucha gente  también pero menos que en la otra.
 -Simatai:  es la menos populosa, y la más natural, no está del todo invadida por las multitudes, ni tan restaurada. Si les gusta lo más agreste, esta última es la indicada.
Estar allí es una vivencia sobrecogedora, parafraseando a Napoleón, sentir que miles de años te contemplan, y vos atónito en la Gran Muralla viniendo de un barrio ignoto de la lejana Bs. As.. Alejándome un poco hacia una pagoda en lo alto de la muralla, allí con menos gente, me costaba creer que, en las antípodas del mundo, estuviera caminando sobre unas piedras que se ven desde la Luna y que algunos chinos, a través de milenios, dejaron su sangre para que anduviéramos por allí. A lo lejos las montañas le dan un marco escenográfico que estremece el alma.
En camino, antes o después, pueden ir a ver las Tumbas de la Dinastía Ming. El poder lo ejercitaron hasta en sus lugares de entierro, previo paso al Cielo. A mi gusto lo más lindo de ese paseo es el Camino de los animales de piedra; donde a ambos lados hay estatuas de animales enormes, fabulosos, míticos, talladas en piedra, junto a figuras que representan a emperadores, en un hermoso sendero flanqueado por árboles. Este no es un lugar tan multitudinario e invita a la reflexión sobre el paso del tiempo, la vida y la muerte. Acaso has visto a alguien eternizarse en un trono, has visto a alguien inmortal, nos recuerda el persa Omar Kayhan.
Nuevamente en la ciudad, si se animan, pueden alquilar bicicletas y hacer algunos  recorridos, es la mejor manera de meterse en los pocos “jutones” (antiguos barrios chinos) que todavía quedan. Allí podrán caminar por barrios habitados por gente de pueblo, con sus comidas en las callejuelas, con sus gritos, con sus juegos en la vereda, como eternizados en el tiempo. A un “juton” es raro que los lleven los guías pero uno puede ir con un taxi . Pekín es una ciudad con un tránsito enloquecedor, con millones de bicicletas (9 millones!) y se pierde mucho tiempo viajando. Tomar taxis es una buena opción, son baratos, cuestan 10 yuanes, poco más de 1 dólar (el cambio oficial está en 8 aproximadamente) por un recorrido considerable y después de acuerdo a lo que marque el reloj. Los taxis se toman en cualquier lado sólo que no te arrebatan ni te roban.
Una buena guía y el mapa correspondiente los ayudarán mucho. Pero es fundamental llevarse anotado en ideogramas chinos el nombre del lugar donde quieren ir y nunca olvidarse la tarjeta del hotel, porque no imaginen que un taxista pekinés entienda el angloargentino.
Un lugar imperdible es el Templo del Cielo, un lugar precioso, uno de los templos  más impactantes y que está circundado por  un parque que justifica caminarlo. Cerca de allí hay un mercado conocido como el Mercado de las Perlas (HongQiao es su nombre chino), al lado hay un mercado que vende pescados y otros 3 pisos donde se vende lo que se les ocurra, no sólo perlas que son bellísimas y es muy interesante ver como las cultivan. Todos los precios  merecen y deben ser discutidos, siempre hay que ofrecer la mitad de lo que piden y luego seguir bajando al grito de “cheaper, cheaper” para llegar a un acuerdo. Conocen muy pocas palabras en inglés pero las suficientes para vender.
El otro lugar insoslayable, es el Templo del Lama,  tibetano budista, que en 1949 lo declararon reliquia histórica que logró sobrevivir a la Revolución Cultural: allí, en el interior, hay un Buda monumental. Al lado nomás esta el templo de Confucio, no dejen de ir. Creo que la experiencia de recorrer los más importantes de templos de China, como un espacio sagrado, sobrecogedor y de paz espiritual será un recuerdo imborrable.
CONSEJOS ÚTILES: COMO SOBREVIVIR EN LA MILENARIA PEKÍN
  • Paseen sin miedo, Beijing no es ni Bs. As, ni Río ni Bogotá

  • Siempre salgan con la dirección de destino y la del hotel donde paran, escrita en ideogramas chinos: los pekineses son amables, discuten entre ellos, uno los mira entre  divertido y aterrorizado, pero no pasa nada, te ayudan: para eso mejor darle algo escrito

  • No compren en las Friendship Stores (Tiendas de la amistad): las cosas son las mismas que en la calle o en los hoteles pero son más caras. No se olviden de regatear por debajo de la mitad de lo que piden, es un verdadero deporte nacional y ellos esperan que uno lo haga.

  • Lleven calzado cómodo porque, tanto en la Ciudad Prohibida como en el magnífico Palacio de verano o en las subidas de la Muralla, tendrán que andar mucho

  • Si pueden, lleven melatonina desde la Argentina, para evitar el jet-lag, o sea la alteración del sueño por el viaje transmeridiano (son 12hs de diferencia); dejen el primer día de llegada para descansar porque no estarán en condiciones psicofísicas para tomar decisiones. Nosotros, en la 1er noche de llegada eran las 20hs, y nos quedamos dormidos sin comer. La melatonina ayuda a mitigar el jet lag, por eso la toman los pilotos, no necesitan receta: es un venta libre. También es importante exponerse a la luz del día.

  • Despojarse de la mentalidad del bife de chorizo, el dulce de leche y el mate. Entrarán en la tierra que inventó el fideo (“mien”), que tiene exquisitos tés (“cha”) que incluso lo sirven durante los distintos platos y siempre sin azúcar; con una variedad de comidas inusitadas: jamás soñaron ver tantas cosas saltando en la cacerola. y vale la pena entrar en los restaurantes chinos y hacer la experiencia de que a uno le traigan cosas que en la vida imaginaste que se podían echar en la olla. Nunca sufrimos ninguna indigestión. De último se deleitan con la comida japonesa, que es excelente, o la internacional de los hoteles.

  • La presencia de guías que hablen español es importante porque así uno se va familiarizando con las costumbres y modos de vida de ellos. Estos guías son muy amables y contestan todo lo que se les preguntan (también se contarán varios cuentos chinos)

  • A los templos Budistas, Taoístas o Confucionistas les recomiendo que vayan sin guías así se pueden quedar todo el tiempo que quieran, en recogimiento, meditación y asombro. Los templos en China son lugares mágicos, emocionantes, para todo espíritu viajero y sensible a las manifestaciones de la arquitectura, el arte y el sentimiento religioso.

  • Los taxis son económicos pero el embotellamiento de Pekín supera cualquier cálculo: ténganlo en cuenta para calcular horas de llegada. Nuevamente: no se olviden de llevar anotada la dirección del hotel escrita en ideogramas chinos; los taxistas no hablan ni lunfardo ni inglés, con los gestos: bien, gracias

  • En verano hace mucho calor y el invierno es crudo y frío.

  • Hay zonas de bares nocturnos donde van los turistas y se puede comer o tomar una cerveza en buena onda

  • También en China pueden escuchar a Ricky Martin, es ídolo total, cantando “La vida loca” en chino

  • Espero que no vayan con la mentalidad de que en Argentina todo es mejor. Como decía el poeta Tagore: si en la noche lloras por el sol, no verás las estrellas.

  • Si pueden ampliar la visita no dejen de viajar a Xian, donde están los famosos Guerreros de terracota: es un enorme ejército de esculturas de cuerpo entero, visitadas por todo el mundo.

  • Amo a la China, jamás la olvidaré.