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Sexo y deporte - parte III

Terminando con esta serie de notas tomaremos los siguientes interrogantes: si las relaciones sexuales previas a una competencia van en detrimento del rendimiento deportivo y si los deportistas también tienen problemas o disfunciones sexuales.
Es bastante extendido la creencia de que “como el sexo debilita” no es aconsejable hacerlo en las horas o días previos a la competencia. Sabemos que un orgasmo comporta un gasto cardiovascular similar a subir dos pisos por escaleras a paso rápido, y que una persona se recupera rápidamente del mismo. Si no fuera así nadie podría ir a trabajar, a bailar o a estudiar luego de un coito. Sabemos que puede dar una cierta somnolencia (célebre queja de las mujeres respecto a sus compañeros que se duermen luego del orgasmo pero eso no impide luego hacer las actividades correspondientes. Pero, ahora bien, si la creencia, el mito, la cábala o como guste llamarse, dice que “no es bueno hacer el amor antes, pues debilita y te hace rendir menos”, esa creencia tiene su peso y condicionará, cual profecía autocumplidora, la actitud o rendimiento deportivo futuro.

No nos olvidemos que hasta hace no muchos años atrás todavía se hablaba de todos los males que la masturbación producía. Y menciono este tema, al cual he desarrollado profusamente en mis libros, sobre todo en “El sexo y el varón de hoy” (Editorial Emecé, 2001) porque como muchas veces los deportistas son jóvenes, casi adolescentes, la masturbación (tanto femenina como masculina) suele ser un camino frecuente de la sexualidad producto de la represión y la coerción de los entrenadores (y recordemos las célebres concentraciones). Salvo que entren prostitutas o las esposas y novias (en este caso me estoy refiriendo a los varones), no quedarían muchos recursos a nuestros jóvenes deportistas que los recursos autoeróticos.
He escuchado de distintos futbolistas, boxeadores, tenistas –muchos de ellos célebres- que referían masturbarse o mantener relaciones sexuales antes de las competencias, incluso como cábala, aunque quizás deberíamos pensar que era una manera de neutralizar la angustia ante la tremenda exigencia.
De allí que muchas delegaciones permitiesen las concentraciones con las esposas y esposos, novias y novios, o parejas homosexuales. Otros lo han prohibido tajantemente.
Mas vuelvo a decir: si la creencia, el paradigma como se dice ahora, es que el acto sexual antes del partido debilita, seguro que condicionará a ese deportista de una manera negativa, más allá de saber que el gasto energético es fácilmente recuperable. Por supuesto que las conductas sexofóbicas también imperan en el deporte y se siguen sosteniendo mitos y falsedades, por lo menos públicamente y, por atrás, se realiza lo que oficialmente se prohibe o reprime. Pero lo que se censura o inhibe por un lado sale por otro -“lo que no se habla se actúa”, decía Lacan-, y así se mantienen actitudes hipócritas y controladoras. De allí a oír decir a un manager de jugadores de fútbol: “tratamos de casarlos jovencitos para que no se dediquen al jolgorio y no anden en la noche, además así las esposas los controlan mejor”,hay un corto paso, como una manera de disciplinar la libido y el enorme caudal y potencial erótico que tiene un adolescente. Cosa que por lo que sabemos no siempre resulta eficaz, aunque algunos jóvenes sufran sus conflictos sexuales y psicológicos en silencio y vean, muchos de ellos, frustrar su carrera deportiva por no poder encontrar un espacio donde elaborar sus problemas. Varias veces me dijeron algunos jugadores de fútbol: “en nuestro ámbito no se ve con buenos ojos que un jugador vaya al psiquiatra o al psicólogo, menos al sexólogo”. Una nueva variante del “sufra y no llore, que un hombre macho no debe llorar”. Por supuesto que, como cualquier persona, los deportistas pueden sufrir una disfunción erectiva, una eyaculación precoz o retardada, anorgasmias y vaginismos, crisis de identidad sexual, fobias, disminución del deseo, o tener conflictos con su pareja.
Le escuché decir a un jugador, gloria del fútbol brasileño, que en ellos el público ponía todas las ilusiones, las expectativas, las propias frustraciones y en lo que menos pensaban los hinchas era que ese jugador podía haber perdido a un familiar, haber tenido una crisis de pareja o padecer un problema psicológico o sexual. Años atrás tuve oportunidad de dar unas charlas en la escuela de técnicos de la Asociación del Fútbol Argentino (AFA), algunos de los cuales dirigían equipos de las inferiores, y me comentaron de las distintas inquietudes de los jovencitos que ellos dirigían: masturbación, antecedentes de abusos sexuales, promiscuidad en su medio familiar, violaciones, miedo ante el debut, fobias y miedos sexuales, y estos técnicos me contaban de su angustia por no saber qué decirles, qué explicarles y contestarles.
Poder contar los problemas sexuales a un amigo confiable, a un profesional competente, o leer un libro de educación en temas de sexualidad es un índice de fortaleza y no de debilidad. Creo que la mayor fuerza reside en solicitar ayuda, en poder decir: no sé, pero quiero saber; no puedo, pero lo lograré.

Dr. Adrián Sapetti
Médico psiquiatra, sexólogo. Presidente de la Sociedad Argentina de Sexualidad Humana (SASH).
Autor de los libros “El sexo y el varón de hoy”, “Sexualidad en la pareja” y “Manual de Sexualidad masculina”.
Director del sitio de Internet www.sexovida.com