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CAUSAS PSICOLÓGICAS DE LAS DISFUNCIONES SEXUALES * PARTE 6

CAUSAS PSICOLÓGICAS DE LAS DISFUNCIONES SEXUALES *
PARTE 6

 Huaco de la cultura Moche (precolombina), Perú

 

Luchas por el poder

"-Cuando yo uso una palabra -dijo Humpty Dumpty- esa palabra significa exactamente lo que yo decidí que signifique... ni más ni menos.
- El asunto es -dijo Alicia- si se puede hacer que las palabras signifiquen cosas tan distintas.
- El asunto -replicó Humpty- es el saber quién manda, quién es el Amo. Eso es todo."

Lewis Carroll (A través del espejo)


Como una necesidad de dominar al otro o el temor a ser dominado se entablan luchas exasperadas por el poder. Algunas corrientes psicoanalíticas vieron como un complejo básico este de ejercer el poder social o matrimonial. Vemos cómo, proyectos y planes de la pareja, sucumben debido a la hostilidad y la cólera en medio de estas peleas.
  • Federico, 36: “después de una hora de gritarnos ya ni sabía por qué peleábamos, yo sólo quería que ella me diera la razón y ni me importaba el tema de la discusión: si era por la sopa salada o si teníamos que estacionar el auto en la esquina o en la mitad de la calle. La verdad es que ese día teníamos que hablar sobre si íbamos a tener un hijo y terminó en cualquier cosa”.
  • "No sé de que se trata pero me opongo"
  • "Bien lo sé, mas no lo digo"
Nada importará a la hora de rivalizar, competir y discutir, aun¬que más no sea por cosas insignificantes, bien destaca Federico. Es como si el goce estuviera puesto en la pelea y no perciben aquello que decía la Dra. Helen Kaplan: si quieren pelearse háganlo, pero si quieren hacer el amor, abandonen la pelea. Solemos ver que, muchas veces, esas luchas por el poder son una manera de evitar las relaciones sexuales.

Una manera de triunfar (triunfo a lo Pirro, aquel militar griego que, cuando volvió de la guerra, proclamó el triunfo de sus tropas, con la pequeña salvedad que todo su ejército había sido diezmado y quedaba él solo) es mostrar que el que tiene el problema sexual es él que es un impotente.... ella que es una frígida... él que no sabe hacer el amor... ella que no sabe excitar a un varón. Así se entablan largas y viejas discusiones, con los mismos módulos, las mismas secuencias, las mismas agresiones.

Les viene bien aquella frase de J. P. Sartre: “Semivíctimas, semicómplices, como todo el mundo”. Lo vemos en las terapias cuando se quedan sólo en la anécdota banal “él me dijo esto y yo le contesté lo otro...” y así ad infinitum, sin ver que la causa real supera a la aparente y va más allá (a veces referidas a los personajes de la infancia, otras a anteriores parejas); o tratan de buscar alianzas con el terapeuta para mostrar quien es el verdadero culpable, proyectando los problemas en el otro; en realidad hay temores de someterse y una profunda rivalidad para ver quién gana la partida aunque las huestes hayan quedado diezmadas.
  • Es ella que es una lenteja, una tortuga que nunca llega al orgasmo.
  • Es él que siempre eyacula rápido y no me da tiempo
  • Ella me descalifica siempre, por eso a mí no se me para
  • No llego al orgasmo porque él siempre me critica
  • Estoy gorda y como demasiado porque él me rechaza
  • Yo la rechazo porque está gorda y fea
En estas vanas luchas la sexualidad sucumbe inexorablemente, por ello la intervención por parte del terapeuta de estas interacciones negativas será el eje fundante, nuclear, para la resolución del síntoma.

Hay parejas que disputan todo el día y solucionan sus diferencias teniendo relaciones sexuales, recomponiéndose y amigándose en medio de la pasión y la voluptuosidad; como si recuperaran energías para seguir combatiendo. Si bien para algunos las luchas y agresiones pueden resultar estimulantes, para la mayoría, luego de las disputas, significa no lograr un encuentro sexual, fracasando en los intentos y aumentando así las disputas que les producen una inhibición del deseo, de la excitación o de la erección.
  • Paciente: Dr., hace treinta años que nos venimos peleando.
  • Terapeuta: ¿se van a pasar otros treinta años más en la misma pelea?
Una manera habitual de sacarse el problema de encima es culpar al otro de todo, en lugar de responsabilizase de su particular accionar, lo que ocurre es que cuando uno lo hace consciente, lo percibe con claridad, tiene que asumir la propia incumbencia en las decisiones de vida, en las elecciones. Y este es uno de los trabajos terapéuticos: que cada cual asuma su propio problema sin proyectarlo en el otro, viendo a la vez las maneras inconsecuentes que tienen para resolver el problema.

Un paciente lo refería con claridad: sólo quería pelearla, hacerla sentir mal, culpable de todo; aunque le parezca mentira eso me tranquilizaba, minimizaba mi propio fracaso; cuando comencé a ver que mucho de lo que me pasaba era responsabilidad mía, dejé de disputar el poder con mi pareja: ahora nos sentimos mejor y pude empezar a conseguir mis objetivos.
  • Si no hubiera sido por tu culpa yo me hubiera recibido
  • Si no fuera porque me sacrifiqué por la pareja hubiera conservado el trabajo
  • Si no fuera por él yo hubiera sido feliz
  • Por ella es que no tuve éxitos en la vida
  • No tuve hijos porque él nunca quiso, si hubiera sido por mí...
  • Si no fuera por ella yo tendría mejores erecciones
  • Es por él que yo soy anorgásmica
Cuando un varón nos consulta porque en el seno de su pareja, sea esposa, amante o novia, comenzó a “fallar”, siempre hay algo en la relación que está “fallando”, algo que los dos comparten con o sin conciencia de la situación, pero que los va deteriorando. Es un cierto “sabotaje sexual”, donde lo que se conoce del otro se utiliza para chantajear o denigrar y no para dar y recibir placer: “justamente lo que te gusta, aunque a mí me guste también, no lo voy a hacer, no importa que me lastime..."
Hay algo que los varones no perciben y es que muchas de estas disputas en realidad se deben a que depositan en el otro miembro de la pareja conflictos no resueltos y se recriminan cosas, que en realidad, están referidas a situaciones que no fueron elaboradas con sus padres o hermanos, despertando escenas de ira, celos, necesidad de dependencia o temor a caer en situaciones posesivas que vivió en su infancia.

Esto se mantiene en el inconsciente y hay parejas que pueden estar años peleándose por algo que va más allá de la relación en sí. Las terapias sexuales dan cuenta de estas disputas de la pareja, tratando de develar las causas infantiles presentes en ellas.

Antes de hacer el amor comienzan a competir para ver quien es mejor, se agreden, se pasan viejas cuentas, se despliega un sinfín de críticas, o discuten temas económicos (en el manejo del dinero es donde muchas veces se entablan, al igual que en el modelo social, duras luchas por el poder en la pareja). No quiero decir que no sean reales, sólo que, en ese momento, se traen a la cama para evitar el acto e "impotentizar o anorgasmizar” a la pareja.
Julio, 35: “soy homosexual, creía que estas luchas por el manejo del poder eran privativas del modelo heterosexual y de eso quería escapar, ahora me doy cuenta que no se salva nadie, salvo que se reconozca de ambas partes. Con mi pareja por suerte tenemos bien en claro de no echar las pálidas al otro y la cosa funciona”.
Así se exige, sutilmente o no, que la pareja tenga, sí o sí, un buen rendimiento sexual o una erección instantánea o un orgasmo por la penetración; algunas frases muy oídas son:
  • Todas las mujeres que salieron conmigo antes llegaban al orgasmo cuando las penetraba, ella en cambio no es normal: sólo lo logra con el clítoris
  • El anormal es él, ni sabe cuántas mujeres le habrán fingido los orgasmos
  • Mi pareja anterior lograba la erección apenas lo tocaba
  • Ella ni sabe cómo hacer el coito oral
  • A mí se me baja cuando ella interrumpe para ponerse el diafragma porque no quiere usar píldoras
  • Ya le dije mil veces que no las voy a tomar y que se ponga el profiláctico si no le gusta el diafragma 
  • Temor al abandono o a sentirse ahogado?
Otra de las causas diádicas de conflictos sexuales es cuando un varón siente ansiedad por el temor a ser abandonado pero, si hay una excesiva cercanía, pone serias distancias porque no quiere ser asfixiado por su pareja. Un viejo dilema de la infancia en relación a la madre, diríamos.

Entonces, si tiene buenas erecciones con la mujer que ama, teme quedar atrapado y, si presenta impotencia, tiene el temor a que ella lo abandone por alguien más dotado. Esto pasa claramente con los varones fóbicos que oscilan todo el tiempo entre la ansiedad de castración y de abandono: si se acerca demasiado me tengo que escapar y si no me llama me angustio.

Con ellos siempre hay que ir midiendo las distancias y la intensidad del contacto (pasa tanto en las terapias como con las parejas). Es el famoso, y tan mentado por las mujeres, temor al compromiso. Claro que estas situaciones van generando hostilidad y agresiones contribuyendo a un clima de bronca entre ambos, el cual destruye la sexualidad.
Hay quienes creen que sólo el varón podrá decidir en qué momento y cómo se realizará el coito; si una mujer “lo apura” y busca activamente el encuentro sexual, él terminará evitándolo, viviendo esta situación como una agresión a su machismo, o reaccionará angustiándose y con un episodio de impotencia. En cambio si ella es pasiva él se quejará de que no logra la erección porque no era muy activa ni suelta.
 

Expectativas y decepciones

"Yo no vine al mundo a colmar tus expectativas"
Fritz Perls

Aquí se mezclan decepciones mutuas debidas a falsas expectativas, respecto al matrimonio o la pareja, que no son satisfechas por el cónyuge y en lugar de ser habladas se dirimen en la pelea a la hora de ir a la cama. Muchos suponen que al ponerse de novios o convivir irán a solucionar un problema sexual arrastrado desde la juventud (impotencia, anorgasmia, eyaculación precoz) y cuando, posteriormente, ven que su pareja no logra “curarlos” mágicamente reaccionan con hostilidad.
Otras expectativas no sexuales insatisfechas también pueden movilizar agresiones a la hora del coito como, por ejemplo: anhelos de dependencia o de éxito económico o de ascenso social o de triunfo a través del matrimonio. Cuando algunas no son cubiertas por el otro pueden generar conflictos en el área sexual. Retomando lo de Perls, un paciente le dijo a su pareja: si colmo alguna de tus expectativas bien, pero si no, mejor sigue de largo.
Algunas confusiones cotidianas (diría Kafka):
  • Ella: yo siempre quise un tipo ganador, activo, pasional, elegante y no como él que es todo lo contrario.
  • Él: ¿y para qué te casaste conmigo?
  • Ella: yo tenía la expectativa que ibas a cambiar...
  • Ella: todo el tiempo me está reclamando que sea una típica ama de casa y que deje mi trabajo de abogada.
  • Él: yo estaría mejor si ella estuviera más en la casa, eso no era lo que esperaba de la madre de mis hijos.
  • Él: yo pensaba que casándome iba a tener más relaciones y de esa manera solucionar mi problema de precocidad. Pero ella no quiere hacerlo con mayor frecuencia.
  • Ella: ¡o sea que ese fue el motivo por el cual te casaste conmigo! Qué puedo decir yo que anhelaba un varón cariñoso y suave y no un apresurado como vos. Esperaba otra cosa de un marido.
  • Ella: yo quería un tipo divertido, salidor, que gozara de la vida, que manejara las finanzas del hogar, que estuviera más con los hijos.
  • Él: qué cruzados que estaremos, porque me casé con ella pensando que iba a ser una mujer pasiva, me gustaba que no tuviera muchas ínfulas y que se ocupara de los hijos.


* Dr. Adrián Sapetti, médico psiquiatra y sexólogo clínico.
Nota: por su extensión este artículo está dividido en siete partes, y se completará en una próxima entrega.